Tortuganónima: Un tesoro oculto

Son las siete de la tarde de un sábado y he pensado toda la semana en como empezar este review. La tarea que me dieron es complicada y no es para tomarse este "trabajo" a la ligera. Pensé en algunos chistes pero eran sumamente malos (incluso para este blog) u otros que en un comienzo eran bien inteligentes, pero pretenciosos y eso no está dentro de mi estilo. Entonces ¿Cómo partir? ¿Qué decir? No lo sé.
Así que llamé a un tío que no tiene ni la más puta idea de lo que es el post rock ni mucho menos de lo que es el math rock y lo hice escuchar una canción del disco que encontré en youtube. Su respuesta frente a “Dan Cob” fue: ¿De que país es esta hueá? Seguido de un ¿Dónde encuentro más música así? Le dije que era una banda chilena de Santiago y él no lo podía creer, dijo que “sonaban demasiado bien” como si fuera una sorpresa que una banda alcanzara este nivel estando oculta y siendo casi un secreto o mejor dicho un tesoro oculto y es que al final eso es Tortuganónima, es un tesoro nacional.
La banda formada a principios del 2012 por Andrés Quezada en batería, Felipe Valdovinos en el bajo y Gabriel Molina y Gérard Bertín en guitarras lanzaron su homónimo el 2013 bajo el sello nacional LeRockPsicophonique, sello insigne en el post rock chileno. El disco cuenta con siete tracks en que podemos ver como un proyecto chileno rompe todas las normas de la música actual de este país, proponiendo hacer algo diferente a lo bien recibido por la masa, dejando de lado las perillas de sintetizadores y las graciosas y simpáticas melodías pop para hacer un explosivo math rock que no tiene nada que envidiar a ninguna banda del mundo que realiza este tremendo “género”.
Ese nivel de calidad hay oculto en las calles de Chile.

 

El disco comienza con “Interludio”, canción en la cual la banda nos da una cálida y suave bienvenida a lo que escucharemos, pero que luego de un in crescendo mortal termina tirando por la ventana la métrica, surge el abuso de los efectos de guitarra y un desorden en las líneas musicales que forman una explosión sonora, que cuando cesa nos deja un mensaje sobre las tortugas marinas. Cuando llega a su fin nos golpea de sopetón el segundo track que carece de nombre, pero que con sus dos minutos y medios nos muestra toda la habilidad, agilidad y compenetración que poseen los músicos de Tortuganónima ¿Quién dijo que las tortugas no podían ser rápidas? (mal chiste número 1). Luego viene una de las favoritas, la esencial “Morgan Freeman” que podría estar en cualquier compilado de math rock asiático, seguida y casi como una continuación de “Bordis” que a punta de riffs y algunas disonancias nos va llevando en un camino hipnótico de más de siete minutos que no se sienten, gran labor. Al finalizar la canción aparecen unos ladridos de perritos que se ven interrumpidos de forma abrupta con el energético comienzo de “Kokoschka” que disipa todas las dudas (si es que algún ser humano medio sordo aún las tiene) sobre lo bueno que es el disco, siendo los guitarristas los reyes en esta canción. Vuelve la calma con “Margen de Error” que contiene una línea de bajo espectacular que juega con lo que se considera correcto, unos gritos hechos en las guitarras y la ya conocida habilidad del baterista, que pareciera tener un metrónomo pegado en el cráneo el cual le permite jugar con la rítmica a su voluntad y con total libertad. Finalmente llega “Dan Cob” que logra ser el resumen perfecto del álbum, con ejecuciones brillantes y destrezas sonoras pero que en su último minuto crea una atmósfera que nos lleva a un viaje por las corrientes marinas, donde esta Torguanónima nos guiará hasta un playa tranquila donde descansaremos mirando el cielo y pensando en la injusticia que hay en este país al mantener este tesoro tan oculto y no elevarlo donde merece. Esta puede ser una reflexión ya usada en este blog y en otras páginas, pero siempre vale la pena hacerla y repetirla, porque es hora que veamos lo que pasa en nuestras ciudades y nos demos cuenta que vivimos en la época dorada de la música chilena y depende de nosotros hacerla durar.

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¡Un balazo psicológico para todos!