Caupolicán seal of approval |
Pd: Por fin tendremos fotos exclusivas gracias al Beto, personaje que denominamos como nuestro fotógrafo oficial, sin consultarle ni pedirle permiso. Así que si las roban les vamos a meter la media demanda por copyright.
Estábamos parados a un costado de la carretera mientras intentábamos refugiarnos del sol en la poca sombra que había. El viaje partió más tarde de lo estipulado y para empeorar el asunto se le pinchó un neumático al van. El día comenzó super bien. Pero gracias al irregular poder del tiempo llegamos justo cuando Boogarins empezaba a tocar, haciendo que el retraso no importara mucho.
Llevaba escondidas de forma estratégica dos botellas de agua en mi mochila, pero me tocó justo ese guardia desgraciado, ese que le encanta palpar cosas minuciosamente como si esto le causara excitación. Al final el hueón las encontró y me hizo botar las tapas, no sé si fue mala cuea o no fui tan inteligente, lo más probable es que sea un poco de ambas, pero como punto a mi favor logré pasar piola un montón de snickers que me salvaron parte del día (se derritieron pero estaban ricos).
Como es de esperar una botella sin tapa vale callampa, ya que uno tiene que olvidarse de saltar tranquilamente durante los conciertos (e ir a ver un show y no saltar es una contradicción hasta
biológica) así que me vi en la obligación de comprar una rica y helada mineral. Haciéndola corta me gasté 3 lucas en dos botellas de agua con todo el dolor de guata que implica eso (TRES LUCAS POR LA CHUCHA), pero las cosas se pusieron más negras cuando me di cuenta que podía llenar la botella en algunos baños que no vi cuando llegué. Me sentí como un campesino huaso pueblerino asqueroso.
Ah, y casi los olvidaba, los Boogarins estuvieron buenos, no los conocía y tampoco los escuché mucho, porque fui a conseguir un buen puesto para Pond, pero los brasileños se veían simpáticos y buena onda. Esa fue mi reseña amigos.

Pond Era una banda que deseaba ver, eran (para mí) uno de los puntos fuertes del festival y cumplieron en gran medida con las expectativas generadas, estaban más allá de ser "la banda amiga de Tame Impala", tenían una identidad sonora que marcaba diferencias, mucho más agresivos y locos. Quizás nunca más tendré la oportunidad de verlos en vivo y pucha que estuvieron buenos, los tkm.

Nos demoramos en llegar al escenario, había un calor tremendo y estábamos impactados (babosos) por la belleza del lugar (si, hablo de mujeres. No, no es violencia de género). En lo que respecta a su show, los penquistas tocaron bastante bien, pero estábamos tan lejos del escenario que no lo disfrutamos tanto, quizás porque no logramos esa conexión que se genera cuando uno está metido en el concierto y rodeado de gente que comparte tu entusiasmo saltando y gritando.
Pero en fin, bien por los cabros que no les quedó grande tocar canciones invernales en un festival en que el sol reinaba de forma tiránica. La Fábula y La Muerte salieron hermosas.
Como ya dije, la misión de pegarse el pique a este escenario también contemplaba comer algo,
porque amigos, el hambre reinaba y los pocos snickers que quedaban había que guardarlos para momentos críticos. Lamentablemente aquí vino una escena triste y demoledora, ya que los precios escapaban de nuestros paaaabres bolsillos de la mal dicha clase media que en realidad es baja. Obviamente una gran parte del público que asistió al festival eran de una clase social superior a la nuestra y no tenían problema alguno en gastar cinco lucas en un producto que fácilmente cuesta luca y media afuera del festival. Además, sin querer ser resentido, quiero decirles que odio profundamente a este tipo de gente, pero no precisamente por sus billeteras, ni porque gastaran plata en puras hueás, tampoco porque midieran 15 centímetros más que yo y ni siquiera porque son lindospreciosos, lo que odio es esa actitud de ir empujando gente en la multitud usando a sus hermosas pololas como excusa para ver el show lo más adelante posible. Una maldad.
Conclusión: La subjetiva belleza está mal repartida por las mil rechuchas.Como ya dije, la misión de pegarse el pique a este escenario también contemplaba comer algo,
porque amigos, el hambre reinaba y los pocos snickers que quedaban había que guardarlos para momentos críticos. Lamentablemente aquí vino una escena triste y demoledora, ya que los precios escapaban de nuestros paaaabres bolsillos de la mal dicha clase media que en realidad es baja. Obviamente una gran parte del público que asistió al festival eran de una clase social superior a la nuestra y no tenían problema alguno en gastar cinco lucas en un producto que fácilmente cuesta luca y media afuera del festival. Además, sin querer ser resentido, quiero decirles que odio profundamente a este tipo de gente, pero no precisamente por sus billeteras, ni porque gastaran plata en puras hueás, tampoco porque midieran 15 centímetros más que yo y ni siquiera porque son lindospreciosos, lo que odio es esa actitud de ir empujando gente en la multitud usando a sus hermosas pololas como excusa para ver el show lo más adelante posible. Una maldad.

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