miércoles, 8 de octubre de 2014

¿Por qué me enamoré de ti? Lanzamiento del tercer disco de Banda Conmoción




Por Escuadrón 04 de la Fuerza Aérea, División Bangkok.

El fervor del equipo de trabajo lo obligaron a viajar a Santiago al lanzamiento del tercer disco de, para ellos, el amor de su vida. Entre risas y seriedad, declaran que aquel sentimiento que les despierta Banda Conmoción está muy ligado a la alegría plena que despierta ver a quien se ama la primera vez todas las veces.

Llegamos al teatro antes de la hora señalada y consultamos sobre las condiciones de entrada. Cuando corroboramos que todo estaba en orden salimos a dar una vuelta por el barrio para conocerlo. Cuando ya faltaba poco para que empezara el show volvimos al teatro.

Me sorprendí bastante cuando entré. La sobriedad del asunto llamó inmediatamente mi atención. ¿Dónde estaba el jolgorio y la bravura de la Banda Conmoción? La gente estaba vestida formalmente y los cafés de vaso plástico pasaban de mano en mano. Familias que iban a una gala, el nerviosismo previo de un algo que era importante.

La cosa venía en grande, pensé.




El traslado desde la recepción al asiento fue un acto puramente mecánico. Sólo fue subir a buscar el sitio donde permaneceríamos durante el concierto. Afortunadamente, el azar jugó a favor de nuestro equipo y nos regaló la dicha de usar el asiento 29 de la octava fila.
Un escritorio, una marmita con agua caliente y una silla donde estirar los pies hicieron delirar la imaginación del Oficial de artillería, quien con tanto espacio para sí mismo se regocijó con la comodidad y la vista privilegiada que ofrecía el asiento.

Desde que nos sentamos percibimos un ambiente frenético cargado de nerviosismo. Los aplausos espontáneos se dejaban sentir, y las voces se gritaban esporádicas en un teatro que estaba lleno. De fondo, una música que recordaba marchas de guerra; ritmos bravos y energéticos enardecían los ánimos.

Se apagó la luz y se abrió el telón. Y como si de una fotografía se tratara, apareció la banda en pleno.

La cosa venía en grande, pensé en cuanto los vi.
Intermedio, lapsus, desvarío y descalabro: Hay que consignar agradecer para siempre el agua.

Y con aplausos, vítores y estruendos empezó el concierto









Detenerse. Señalar que lo visto fue tan personal, tan íntimo e intenso que no sé si a eso se refiere la gente que dice que la música es un arte por el hecho de poder despertar emociones. Pero meditar acerca de la vida y la muerte y el paso del tiempo, los cigarrillos y las morisquetas de los labios y el color rojo, o la soledad de un bosque o de un desierto-¿Cuál desierto?- con música que seguramente no tiene nada que ver con eso te hacen pensar que el fervor y el amor puestos en ese trabajo son capaces de llegar tan profundo en el alma que es como llegar al centro mismo de la conciencia, allí donde está todo.  La gente se ponía de pie como eyectada de sus asientos, y la efervescencia iba en ascenso. Los esenciales estaban presentes y se hacían sentir con alegría. Al grito de ‘’Saquen las butacas’’ la gente rió nerviosa y alegremente. El lugar era una fiesta.

La cosa iba en grande.

-Para ti, que sé que te encantan: Había un músico tocando una campana -

La primera parte del show terminó a los 45 o 50 minutos. El alto mando del escuadrón aún no se pone de acuerdo al respecto. La fracción que estaba sentada a la izquierda reclama que claramente fueron 50 minutos, y argumenta a su favor que hubo momentos en los que no hubo relación alguna con la realidad y en los cuales  no se puede decir que el tiempo transcurrió acorde a lo que de él se espera, mientras que la fracción acomodada al lado derecho es categórica al enfatizar que fueron 45 minutos pulcramente calculados. Todo ensayado, agregaron.

Como fuere, llegamos a un entremés de descanso en el que toda la gente salió a tomar aire, a fumar, a conversar sobre la electricidad o sobre la estática, y a intentar empaparse un poco de calma. El ambiente general era de expectación y de alegría después de todo lo que habíamos visto. De a poco los ánimos se caldeaban, y cuando nos pidieron volver –algunos de los miembros presentes fueron al baño, mientras que otro grupo debatió acerca de la pertinencia de comprar de algo que comer (cosa que finalmente nunca sucedió)- todos lo hicimos cuán rápido pudimos. 





La segunda parte iba a empezar.
El ánimo se redobló, y los cantos se multiplicaron. ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que toda la gente sentada pasó a ser una multitud bailando en sus asientos, incapaz de mantenerse quieta? Cuanto tiempo fuere necesario, pronto hubo un verdadero carnaval en todo el teatro. ¿Qué podía hacer esa pobre acomodadora con aquél joven que grababa con ahínco, creyendo que el recuerdo sería el mismo en ese video chiquito de resolución mínima? ¿Prohibirle grabar, obligarlo a mirar el espectáculo que se abría a sus ojos, era un regalo o un robo? Daba igual, la gente no escuchaba nada salvo la energía de sí mismos.

¿
Quién del escuadrón comentó que había suficiente alegría allí reunida como para hacer una revolución, o al menos para enceguecer el sol?

El show se debatió entre el fervor y el encanto. Cada seña, cada guiño y sonrisa y paso de baile era celebrado con tanto entusiasmo que pensé estábamos todos enamorados. Aplausos y cantos y risas y comedia. La nula seriedad cuando se suponía todo debía ser tensión. Las bromas del público que hacían recordar el ambiente distendido de un gran almuerzo familiar. La alegría, sobre todo la alegría.


Y de pronto acabó.

El show terminó con una despedida sobria que era un agradecimiento a cada gota de sudor engastada, que era un abrazo genuino que todos y cada uno les queríamos dar. Verlos así de radiantes bien valía todo el esfuerzo y el sueño y el cansancio, verlos allí bien valía el temor del tiempo que se extingue. ¿Qué era el dolor, sino otra manera  de amarte?





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